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jueves, 10 de abril de 2008

Ana Pedrero: La Zamora Mágica

Mascaradas de invierno: La Zamora mágica


Por Ana Pedrero


Las mascaradas de invierno constituyen una tradición muy extendida en la provincia de Zamora, donde perduran en diversos pueblos de su geografía como Sanzoles, Montamarta, Ríofrío de Aliste, Pozuelo de Tábara, San Martín de Castañeda, Ferreras de Arriba, Villarino tras la Sierra o Villanueva del Valrojo. A estas celebraciones de carácter estable hay que añadir otras intermitentes –o incluso, perdidas- como las documentadas de Abejera, Sarracín de Aliste, Lubián, Pereruela y Palazuelo de las Cuevas.

Objeto de diversos estudios antropológicos, su origen continúa siendo una incógnita respaldada por diversas teorías. La más extendida es que derivan de ritos iniciáticos que se remontan a la época de los druidas por lo que los jóvenes serían aceptados en la comunidad como adultos.

Julio Caro Baroja en su libro ‘El Carnaval’ realiza un estudio comparativo de las fiestas greco-latinas con manifestaciones actuales en América, Europa y norte de África. Ya los griegos hacían procesiones con hombres ataviados de demonios, cubiertos con pieles de machos cabrios y máscaras, con descripciones que recuerdan a los diablos de Riofrío y Ferreras. También existía la costumbre de disfrazarse de ciervos, mulas o vaquillas, lo que remite a otras celebraciones como la de San Martín de Castañeda, Villanueva del Puente o las ‘vacas bayonas’ o ‘antruejas’ de varios pueblos de Sayago.

Por su parte, la Asociación Etnográfica ‘Bajo Duero’ reseña que durante las ‘kalendae januariae’ romanas existía la costumbre, el primer día de enero, de intercambiarse regalos, así como salir los hombres disfrazados por las calles con atuendos femeninos, siendo uno de los personajes el de hilandera, papel que se repite en Riofrío o en la Filadorra de Ferreras.

Aunque su origen pudiera estar asociado al Carnaval, lo cierto es que la mayoría se celebran hoy entre los días de Navidad y Reyes, como fruto de la adaptación al calendario cristiano de los ritos paganos que por su fuerte respaldo popular no pudieron ser aniquilados.

El denominador común es la confrontación del bien contra el mal, pues en todas ellas aparecen diablos y demonios de carácter estrambótico que atacan al inocente público.
Como dato también común, al demonio (o zangarrón o tafarrón), que suele estar representado por un quinto, se le prohíbe la entrada en la iglesia.

Para quienes quiera acercarse a las tradiciones de nuestros pueblos, proponemos una ruta que nos acerca a una Zamora mágica de ritos ancestrales.

‘Zangarrón’ de Sanzoles.

La mascarada se inicia en la noche de Navidad, cuando los quintos van a buscar al cura y realizan el ‘Baile del Niño’. El baile se repite durante los tres días que dura la fiesta, si bien el Zangarrón guarda sus cencerros el día 26. Viste el demonio traje, chaqueta y calzón de cuadros marrones cosidos a la cintura, de modo que no se puede desvestir hasta que no acaba la función. Sobre la chaqueta lleva un mandilón de colores vivos y a la espalda luce una ‘baraja’ con tres cencerros. La careta es de cuero negro con nariz roja y cejas blancas, y cubre su cabeza con un penacho de cintas de colores. Castiga a sus víctimas con un palo con tres vejigas, que eran explotadas al final de la fiesta al pie de la iglesia.
Después de correr las calles con sus cencerros y de que los quintos pidan el aguinaldo, tiene lugar la misa a la que el Zangarrón tiene prohibida la asistencia. Destaca la procesión con la imagen de San Esteban Mártir, mientras los quintos abandonan el templo de espaldas, mirando al santo, para realizar el ‘Baile del Niño’ en la plaza.

‘Tafarrón’ de Pozuelo de Tábara.

La fiesta de San Esteban también da pie a la celebración en Pozuelo de Tábara, en el que el Tafarrón encarna la parte más arcaica de la fiesta, mientras que la Madama es un personaje añadido posteriormente por la Iglesia. Viste el Tafarrón traje de centeno, mientras que la Madama lleva una casaca de colores y arrea a los espectadores con dos enormes castañuelas de madera. La función se inicia la noche de Navidad con una procesión, mientras que el día 26 los dos personajes junto a los ‘alcaldes` recorren el pueblo visitando a los vecinos, felicitándoles las fiestas y pidiendo el aguinaldo.

‘La Filandorra’ de Ferreras de Arribas.

Cuatro personajes intervienen en la mascarada, que también se celebra el día 26 de diciembre. Divididos en dos grupos: los guapos (el Galán y la Madama) y los feos (Filandorra y el Diablo); a los segundos corresponde subir a tocar las campanas después de la misa, para recorrer a continuación el pueblo pidiendo el aguinaldo, cada uno a su manera.

Así, la Madama golpea a los dueños de la casa con sus castañuelas; el Galán se quita el sombrero y se lo coloca a los vecinos que le dan el aguinaldo; la Filandorra encisca a los vecinos con corchos quemados y el diablo, que lleva cencerros a la espalda y carocha (o máscara) con dos cuernos, intenta prender a los vecinos con sus largas tenazas. Si la casa que visitan está de luto, los personajes dan el pésame, mientras el diablo tapa sus cencerros en señal de respeto.

‘La Visparra’ de San Martín de Castañeda.

La función comienza el día de Nochebuena, en que los mozos preparan la fiesta, aunque la mascarada propiamente dicha se celebra el día de Navidad. Varios personajes intervienen en esta tradición sanabresa también documentada en localidades vecinas como Vigo o Pedrazales, si bien se ha perdido-, siendo los principales las ‘Talanquieras’, cuyo disfraz consiste en un armazón rematado con cara y cuernos de vaca por un extremo y rabo en el otro. La cabeza de los mozos va cubierta por una máscara (‘calantroña’) y al cuello lucen vistosos collares o rasarios, realizados con castañas, manzanas y nueces. Acompañan a las ‘Talanquieras’ los ‘Visparros’, que llevan cencerros y tenazas similares a las de los Carochos. También intervenían los ‘ciegos’, personajes ya perdidos, que tiznaban a los espectadores, así como el Alcalde y la Madama. En la actualidad la mascarada se reduce prácticamente al enfrentamiento de las Talanqueiras y Visparros con los vecinos, así como a la petición del aguinaldo durante todo el día.

‘Los Carochos’ de Riofrío de Aliste.

El 1 de enero tiene lugar en esta hermosa localidad alistana la mascarada más compleja de cuantas se celebran, en función de los personajes que intervienen. Así, figuran en la representación los Carochos o Diablos (grande y chico, con tenazas y cencerros): los ‘guapos’ como Madama (con el Niño), el Galán, el del Tamboril, el del Cerrón y el del Lino; y los ‘feos’ o ‘gitanos’, que son el Molacillo (o lazarillo, con indumentaria militar), el Ciego (que viste sacos de cáñamo y gafas de corcho y muere en la representación, evocando al año viejo), la Filandorra (que lleva un vistoso traje de tiras de papel) y el Gitano.

Todos ellos salen a la calle después de la misa de Año Nuevo. Tras pedir permiso al alcalde, se dirigen a casa del cura para el ‘bautizo del Niño’, en referencia al año que comienza.

Las peleas entre gitanos y diablos se suceden a lo largo del día y destaca el ‘Baile del Sagrao’, que se efectúa en una pradera anexa a la iglesia.

Zangarrón’ de Montamarta.

El día de Año Nuevo y en la festividad de Reyes recorre en solitaria las calles de Montamarta su Zangarrón, ataviado con toallas, colchas y flores de papel y tocado con una máscara negra el primer día del año y una roja el 6 de enero.

Tres cencerros a la espalda y un tridente con el que golpea a los vecinos por la espalda completan su atuendo, cosido íntegramente puntada a puntada, cuya puesta punto requiere unas tres horas. Tras pasar la mañana persiguiendo a los vecinos, durante la misa de las doce se queda solo en el atrio, tapado con una manta, al no poder pisar sagrado. Después de la misa se le permite la entrada en el templo, donde realiza tres genuflexiones y pincha en su tridente dos panes previamente bendecidos, que son después repartidos entre los vecinos. La fiesta se prolonga hasta mediodía.


(COPIA DE LA REVISTA ‘TZ un estilo de vida’, AÑO I, Nº I)

LAS ILUSTRACIONES LAS HEMOS BUSCADO EN INTERNET





miércoles, 22 de agosto de 2007

José Mª Amigo Zamorano: Corrida del Gallo, Añacea del Gallo


Por José Mª Amigo Zamorano

Corrida del Gallo, Añacea del Gallo en Guarrate (Zamora)

La así denominada ‘Corrida del Gallo’ o ‘Fiesta del Gallo’ es digna de ser estudiada por esos que indagan en las tradiciones y costumbres de los pueblos, al estilo de antropólogos como el inglés Bronislav Kasper Malinowski o el español Julio Caro Baroja y otros. Ahora, más urgente porque está desapareciendo, obligada por la disminución alarmante de comunidades campesinas en el mundo entero.

Siempre nos ha obsesionado este festejo de algunos pueblos de la provincia de Zamora (España) que, creemos, es como una preparación o introducción al mundo adulto. Pareciéndonos, quizás nos confundamos, a ceremonias iniciáticas semejantes a las que se celebran en numerosas aldeas africanas rodeándose de ritos secretos, o semisecretos, y algunos dolorosos o sangrientos: recordamos la extirpación del clítoris en las niñas que terminan la pubertad. Aquí ya ha perdido esa aureola secreta, misteriosa, pero guarda un cierto sabor añejo a sangre.
Nosotros, como puede leerse, la hemos rebautizado con una palabra en desuso ‘Añacea’ para darle más antigüedad al asunto: en vez de ‘corrida’ o ‘fiesta’, añacea.

Si no nos falla la memoria creemos recordar que se celebra o celebraba en invierno, apellidándola ‘del gallo’ por ser un elemento primordial de la ceremonia al que todos miran, del que todos hablan y al que todos se dirigen, no en vano anuncia el pronto amanecer con su kikirikí, la apertura de un nuevo día y el fin de las tinieblas donde se fraguan las más tremendas canalladas. Lo llevan a las afueras del pueblo. Y, atado por las patas, lo cuelgan de una cuerda que une dos vigas colocadas a ambos lados de un camino cualquiera. Hacia allá se encaminan, a la caída de la tarde invernal, los habitantes de la comunidad. Luego acuden los quintos. Todos los de la quinta de ese año. Lo hacen a caballo, vestidos de militares y con espada al cinto.
La fiesta, en si, comienza cuando el capitán (el mayor de los jóvenes que entran en quinta) presenta, a los espectadores, desde su caballo, al resto de compañeros. Lo hace en verso. A veces son solo ripios. Pero eso, es lo de menos. Luego de terminada la presentación, le pide a la orquesta (la orquesta son unos pocos músicos que se colocan al lado del camino) que interpreten una pieza mientras ellos cabalgan un buen trecho. De regreso de la primera cabalgada, uno tras otro, los componentes de la quintada, todos a caballo y con espada al cinto, van recitando unas composiciones poéticas llamadas ‘Relaciones’.
(Por cierto, así nombra su Martín Fierro el poeta argentino José Hernández: “Y atiendan la relación / que hace un gaucho perseguido, / que padre y marido ha sido / empeñoso y diligente, / y sin embargo la gente / lo tiene por un bandido”)
El último en declamar su ‘relación’ es el capitán.
La forma de estas ‘relaciones’ se ajusta a cánones predeterminados: en primer lugar enumera (hace una relación) la vida del mozo que, este, quiere destacar, reparte el gallo en trozos, simbólicamente, pues sigue vivito y coleando en la cuerda a pesar de los intentos de cortarle el cuello con las espadas que los caballistas no saben manejar. En el reparto, las partes mejores se la llevan la madre, el padre y la novia (si la tiene): el corazón (generalmente para la madre), los muslos (al padre)...; y las partes peores las personas más detestadas: patas, tripas, plumas...
Las composiciones serán mejores o peores dependiendo del bardo que las escriba. Porque hay o había ciertos campesinos a los que se les daba muy bien eso de componer coplas, tanto que muchos acudían, de varios pueblos a la redonda, para solicitar de sus servicios poéticos.
Si a pesar de la escasa natalidad ha pervivido esta tradicional justa poético caballeresca, se debe a la incorporación de la mujer a la Fiesta del Gallo, a la Corrida del Gallo. Y es que, en este terreno como en otros, la mujer ha metido la cabeza para no volverla a sacar. Se venían de los más alejados núcleos de población hasta el pueblo de sus padres para participar en este festejo de origen iniciático. Con todo, hay que decirlo, el creciente abandono del campo es continuo y hay años que no se puede realizar esta celebración porque solo hay uno o nadie... Por eso decimos que es urgente que se recojan en libros estas fiestas... Que se publique el mayor número de ‘relaciones’... Hurgar en la memoria de las gentes... A lo mejor ya se ha hecho... Nosotros lo ignoramos...
En otro post se pondrá una relación hecha por nosotros.


Del texto: José María Amigo Zamorano


Tomado de: http://senocri.blogcindario.com/2007/08/00065-corrida-del-gallo-fiesta-o-anacea-del-gallo.html