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lunes, 5 de octubre de 2009

Fernando Isaac Cardoso y el Vino

Nos dedica, ahora, nuestro amigo, Antonio J. Escudero Ríos, este libro 'Utilidades del agua y de la nieve, del beber frío y caliente' de Fernando Isaac Cardoso. Es un libro reeditado por 'Hebraica edicciones'. En edición facsímil de la de 1637. Sacada en el 2003. Un poco tarde esta dedicatoria.
Pero que agradecemos.

En su presentación, Jacobo Israel Garzón, quien, según separata que firma nuestro amigo Antonio, es presidente de la Comunidad Judía de Madrid, nos dice:


"Fernando Cardoso debió nacer en 1603 o 1604 en Trancoso, en la Beira portuguesa, población próxima a Celorico da Beira, en el seno de una familia de cristianos nuevos que seguramente conservaron algún tipo de judaismo. En esa misma región nacieron por esa misma época más o menos algunos de los más prominentes personajes del marranismo ilustrado del siglo XVII, como Rodrigo Méndez Silva, famoso por sus estudios genealógicos, Miguel Silveyra, poeta y matemático, y el erudito Tomás de Pinedo, pariente del anterior, nombres qque avalan la existencia de una comunidad judeoconversa culta y muy probablemente adinerada."

No vamos a tratar para nada de la obra, cualquier interesado puede hallar referencias en Internet mejor explicadas de lo que nosotros pudiéramos decir. Tampoco nos vamos a detener en la biografía del autor ya que en Wikipedia, por ejemplo, puede leerse muy bien redactada una. Solo queremos dar testimonio de esta dedicatoria de nuestro amigo. Y de paso, ya que es un libro sobre el agua, dejar constancia de que el autor no tiene más remedio que referirse, un poco, sobre el vino. Lo que nos ha alegrado.

Además, y lo queremos destacar, tanto elogio del agua, tanto elogio, sin una palabra piadosa acerca del vino nos hace temer que no es muy muy científica. Aunque solo sea porque el vino también tiene una cierta cantidad de agua.
De modo que el autor se ve obligado a decir, por ejemplo:


"No se me olvida el decir Horacio, que las Musas huelen a vino de mañana, y que Aristófanes, Alceo, y Enio nunca hacían buenos versos si primero a la vena no calentaba el vino. Lo mismo usaba Anacreonte, si bien le salió caro el gusto, pues bebiendo se ahogó con un grano de uva. (¡Vaya por Dios!) Las Romanas igual castigo recibían en el vino y en el adulterio. Las mujeres de Marsella y las de Mileto eran engrandecidas por aguadas..."



Y así sigue el Cardoso erre que erre contra el vino. Esperemos que Yavé o Jehová lo haya perdonado. Nosotros ya lo hemos hecho bebiéndonos unos tragos del divino vino de Tierra del Vino. De donde somos.


Fdo: José Mª Amigo Zamorano

martes, 9 de enero de 2007

Carlos del Valle: EL MOSTRADOR DE LOS TURBADOS (*)


EL MOSTRADOR DE LOS TURBADOS (*)

Por Carlos del Valle

Lejana está ya aquella tarde, cuando en un rincón silencioso y callado de la Biblioteca Nacional, palpaba entre mis manos trémulas aquel viejo manuscrito, curtido en generaciones y centurias, y, lleno de gozo, recreaba mis ojos en la bella escritura gótica tardía, a doble columna, y me deleitaba en las filigranas, a colores, de las primeras páginas. Qué inmenso privilegio, pensaba, tener ante mi aquella preciada joya literaria. El Mostrador de los Turbados, de R. Moisés de Egipto el cordobés, o, como él mismo se llamaba, Moisés, hijo de Maimón, el español (1138-1204), en la primera traducción castellana realizada con esmero y competencia, en un paciente trabajo de varios decenios, por Pedro de Toledo. Cierto que desde Pedro de Toledo, ‘El Enseñador de los Turbados’ al que ahora llamamos generalmente ‘La Guía de Perplejos’, ha sido traducida en la mayor parte de las lenguas cultas y al castellano se cuentan ya dos traducciones más completas y otras dos parciales. Pero la traducció0n de Pedro de Toledo tiene un encanto que no tienen ni tendrán las otras. Aparte del recio castellano viejo y rancio, inimitable e inigualable, Pedro de Toledo vivía en un medio donde aquellos conceptos filosóficos y divinos eran habituales y de ahí el dominio que muestra en su versión castellana.
Así, ahora, se comprenderá la grata sorpresa cuando tuve noticia de que por fin la vieja versión castellana del Mostrador había sido publicada en edición facsímil por Antonio J. Escudero Ríos. El gozo fue inmenso cuando logré tener un ejemplar de la obra, en su grandioso formato original y rememoré aquella emoción primera. Después conocí al editor y entendí cómo se había realizado aquella hazaña, por una especie de fervor que arde en el interior de Antonio J. Escudero, que le religa a su tierra extremeña, en donde hizo la versión Pedro de Toledo.
En la Biblioteca Nacional, en otras muchas bibliotecas, existen tantísimos otros manuscritos, con obras preciosas y preciadas, se apilan en anaqueles polvorientos ediciones raras de libros, todos casi inaccesibles o de muy difícil acceso, que están esperando esa acción redentora de un nuevo editor, de ese mismo cariño como el que ha tenido Antonio J. Escudero Ríos con el Mostrador de los Turbados de Moisés ben Maimón, el español, (el llamado por los cristianos Maimónides)
Seguro que continuará existiendo hoy más de un turbado, de un dubitante, indeciso, zozobrante, perplejo, entre lo que dice la ciencia y manifiesta la razón y lo que predica la religión. A los tales les vendrá de provecho releer con atención lo que Maimónides le decía a finales del siglo XII a sus titubeantes contemporáneos, en esta vieja versión castellana de La Guía de los Perplejos. Maimónides. Edición Facsímil de Antonio J. Escudero Rías (Madrid, 1990)

(*) El autor hace referencia a la ‘Guía de Perplejos’, libro del insigne médico cordobés Maimónides y a la versión romanzada de Pedro de Toledo que, en edición facsímil, ha publicado nuestro entrañable amigo Antonio Escudero, con la que, en su opinión, ha puesto sólo un granito de recuerdo ante el enorme legado cultural de los judíos españoles, y, de paso, rememorar y condenar su injusta expulsión de España. Desde esta página, nosotros también recordadmos y abominamos de aquella obligada diáspora, sin olvidar y por ende condenar, exilios o expulsiones, que otros pueblos. En el pasado o en el presente, sufrieron o sufren.

APARECIDO EN LA PÁGINA 36 DE ‘CAMINAR CONOCIENDO’, Nº 2