miércoles, 13 de junio de 2012

Relato de la Onda Pesquera (*)


(*) Germen del cuentecillo: la palabra algoritmo

A: apuesta
L: lateral
G: genio
O: orden
R: radio
I: islote
T: tablón
M: moreno
O: ovalado

Frase: Se oye por la radio pesquera la noticia de que arribaría al islote, en un tablón ovalado, el genio moreno. Y ellos, los locutores, han apostado por el lado verdadero de la información. Por eso la dan.
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Se oyó por la radio pesquera, poco antes del amanecer, que arribaría al islote, navegando en un tablón ovalado, el genio moreno. El moreno vendría acatando órdenes recibidas de arriba, de las altas esferas.

La emisora elaboró la noticia a partir de sucesos acaecidos recientemente; hechos que entroncaban con creencias y leyendas muy antiguas; algunas aun en la mente de muchos y otras casi olvidadas,  sobre todo por la juventud. Y, como se debía la radio a sus oyentes, avisaba de ello. Para que todos, absolutamente todos, supieran a que atenerse.

Los seres del islote, sabiendo de la seriedad de sus informaciones, no en vano, los locutores o eran pescadores o hijos del gremio, se fueron congregando en el embarcadero y sus aledaños. Si alguien hubiera estado en el peñasco mas alto del islote hubiera visto encenderse, casi a un mismo tiempo, las ventanas del poblado; y casi de repente apagarse y salir los moradores de sus casas rumbo al puerto. 

Padres e hijos llegados al embarcadero miran inquietos el horizonte marino. A esas horas tempranas del amanecer el mar, en calma chicha, parecía confundirse con el cielo en un gris blanquecino. De cuando en cuando, en las proximidades del puerto, el agua se rompía levemente y los peces saltaban a oxigenarse y sin duda a saludar a las gentes congregadas. Luego retornan  en zambullida al mar, produciendo pequeños círculos concéntricos que lentamente desaparecen. Se serena el agua semejando a un cristal hasta donde se confunden mar y cielo en horizonte grisáceo.

Según avanza la mañana la zona cristalina se amplia. Del mar se eleva ahora un vaporcillo en girones. Son las nubes que, lentamente, se separan del agua. El mismo islote se despeja. Sus contornos circulares dejan ver las orillas opuestas al puerto, antes cubiertas por la neblina. Algunos lo notan volviendo la vista atrás diferenciando la isla del firmamento.

En estos instantes la radio pesquera recuerda a los espectantes isleños la leyenda del genio moreno quien, navegando majestuosamente en un tablón ovalado, un día vendrá a juzgarlos a todos por los pecados cometidos. 

Es el genio moreno un ser vengativo. Es cierto. Tiene razones para ello. La leyenda habla de una revuelta de esclavos traídos desde África. Los castigos de los negreros, la desesperación por no volver a ver sus seres queridos y la esperanza de un retorno a la tierra que se desvanece cada día que pasa mueven a los negros a revolverse; se sublevan, cogen armas y se lanzan contra los blancos del barco donde están aprisionados; pero son derrotados; entonces al genio moreno, que es el líder, lo abandonan y es arrojado al mar; según la leyenda volverá un día a pedirles explicación a los descendientes, o en su caso a vengarse de la inacción... 

Pero es vengativo y justo. Lo ha sido siempre. De tal modo que suele avisar, eso se cree, a ciertos marineros de sus crímenes y, si no hacen caso, como a menudo ocurre, les castiga. Pero antes advierte. 


De ahí que de, cuando en cuando, se cobrara alguna vida entre los isleños ahogándolos en el mar. Entonces, solo entonces, arrepentidos, acudían a la ermita del Santo Moreno. Cubrían de peces las escalinatas del templo. Mientras los monjes les recriminaban sus acciones criminales. Se miraban unos a otros intentando adivinar quien era el compañero o compañera que había cometido tales excesos malignos. Los monjes, no obstante, siguiendo la política del palo y la zanahoria a continuación agradecían sus suculentas dádivas marineras anunciándoles que ya percibían cómo la cólera del genio moreno se iba aplacando por su generosidad. Y daban por terminada la ceremonia. Los pescadores y sus familias se retiraban. Pronto olvidarían las recriminaciones. Tienen que volver a sus trabajos. Sin la pesca no hay comida para sus hijos. 

Así se ha repetido en multitud de acasiones. Mas, con el paso del tiempo, las visitas a la ermita y los regalos a los monjes se han ido transformando en folclore; y la dádiva de hermosos pescados ha devenido en fiesta anual; la cual termina en jolgorio y merienda de  peces asados en parrilla en comunión masticadora con los monjes que, de paso, bendicen el acto. 

Mas ha llegado la hora en que la leyenda del genio moreno cobre fuerza sobre el tablón ovalado, se renueve, y los incrédulos crean a pies juntillas porque, según la radio pesquera, se hará visible en unos pocos minutos.

Algunos no las tienen todas consigo. Son, caro está, los de mala conciencia.

La radio les informa de que en el islote A ya han visto señal de la próxima llegada del genio moreno con la llamarada zigzagueante del relámpago. La culebrina se ha asomado al cielo y al tiempo que las aguas comienzan a agitarse.

-¡Oh! -gritan los congregados y un hilo de terror recorre sus corazones.

La radio pesquera dice a los niños que estén atentos, no se distraigan jugando pues el genio moreno les trae regalos para todos... menos para los que no guarden decoro. Los niños aplauden y gritan de alegría.

-¡Bien! ¡Viva el Santo Moreno!

Exclamaciones que no casan con las creencias de sus padres que están muy inquietos.


La radio pesquera se calla.  Emite música clásica.

Los espectadores del embarcadero, tanto los que están cerca y los que están mas alejados, los que se hallan sentados, los que están de pie, los arrodillados, los subidos en los terraplenes, en los lindones, en las peñas,  los que sonríen, los serios, los llorosos, los escépticos, los que miran con la boca... fijan los ojos en el agua. Se ha levantado un poco de viento. Las mujeres recogen sus faldas levantadas. Algunas se sientan. Los hombres agarran los sombreros amenazados con irse de sus cabezas. Algunos se los quitan de la testa. Murmullos. Los ancianos ordenan callar. Las aguas empiezan a ondularse. 

-La cosa va en serio -dice uno.

La radio vuelve a transmitir noticias. 

-Según fuentes de todo crédito los habitantes de los islotes C, D, E, se están acercando a las playas de sus islotes. Al parecer el genio les ha avisado que, en breve, pasará de islote en islote camino del nuestro. Y va a juzgar, tanto a los vivos como a los muertos.

-¡A mi padre no, por favor! -grita desesperada una mujer.

-Será justo y bondadoso a pesar de ser omnipotente, les ha dicho, categórico, a las gentes de esos islotes, por intermediación de los monjes -termina diciendo radio pesquera.

Por los micrófonos anuncian que la señorita Isleñina, que todos conocen, les dirigirá unas palabras desde el lecho donde está postrada por cruel enfermedad.

-Queridos amigos y amigas -comienza la enferma- no he podido unirme a vosotros a la espera del genio moreno. Que él me perdone. Mis oraciones van encaminadas a que Él nos colme de felicidad. Yo sé que es justo y sabio. Hará que los mares se cubran de peces para que no haya nadie que pase hambre. Impulsará la igualdad para que sea el común denominador de nuestra isla. Y que el amor y la amistad inunden los corazones. Y la desconfianza, el recelo y el odio de unos a otros desaparezca para siempre, que...

La radio pesquera corta el discurso de Isleñina. Agradece sus palabras. Algunos protestan. Otros reaccionan arrodillándose. Rezan. Lloran. Confían. Miran al mar. Se miran entre ellos. Se les ilumina el rostro. Tienden las manos hacia el agua. Si. En el horizonte marino el tablón. Eso parece. Se eleva en la cumbre y se hunde en el valle. Baila en el oleaje. El mar se agita. Se encrespa. Ruge sordo.

La radio pesquera informa ahora de que los habitantes del islote B ya perciben el tablón ovalado y el ruido de los remos chocando con el agua. Y, en medio, el genio moreno confundido con el azul.

-Si los del B ya lo ven... pronto estará aquí. Es el inmediatamente anterior al A

Es decir al suyo. Los minutos pasan. Si antes vieron como se elevaba y se abajaba ahora ha desaparecido de la vista. Solo las olas cada vez mas grandes se adueñan del mar. Rompen en el embarcadero. Los barcas de los pescadores se mecen arriba y abajo. Algunos chocan con otros. De momento sin peligro de astillarse. El cielo azul. Sin nubes. El aire mueve los arboles. La radio pesquera se oye ahora muy debilmente. Las gaviotas se lanzan al mar en busca de pescado. A mar revuelto ganancia de gaviotas rapaces.

-Mal rayo las parta -maldice un pescador.

-¡Allí! ¡Mirad allí! -grita una isleña.

Las miradas se concentran. Rostros ansiosos, atónitos. Algunos con un poco de miedo. Todos ven el tablón ovalado y en medio, confundido con el azul del mar, el genio moreno.

-Rema majestuosamente -dice uno y todos asienten.

El tablón se acerca. Ovalado.

Un niño dice algo a otro que está junto a él y este al siguiente y así sucesivamente.

-Es moreno de verdad el genio. Como nuestros antepasados esclavos - reflexiona uno.

-Si, es oscuro como el azul del mar, como la noche -asegura otro.

-Y negro como boca de cocodrilo -aseguran todos.

Los niños, que han cogido cantos, tiran al tablón ovalado. El impacto hace mover la tabla.

-¡En el tablón no hay regalos! ¡En el tablón no viene nadie! -gritan los niños.

Y los espectadores adultos del embarcadero no tiene mas remedio que admitir, desaparecidas las telarañas de la ilusión, que lo que ha llegado no es mas que un tablón de forma oval.

Mas, algunos piensan que es un Ser, superior al genio moreno, quien lo ha destronado lanzándolo al agua; allí se ha ahogado como él ahogó a muchos. Hincan la rodilla en tierra y entonan loores al nuevo Ser, superior al genio moreno. Los monjes toman nota. Los niños, lanzándose al agua, juegan con el tablón que debajo tiene una cuerda.

La radio pesquera, enterada de que el camelo ha sido descubierto por los niños, aclara ser una broma, inventada por los locutores, lo de la  arribada al islote, navegando en un tablón ovalado, del genio moreno. Pide disculpas y emite canciones infantiles.