Mascaradas de invierno: La Zamora mágica
Por
Ana Pedrero
Las mascaradas de invierno constituyen una tradición muy extendida en la provincia de
Zamora, donde perduran en diversos pueblos de su geografía como
Sanzoles,
Montamarta,
Ríofrío de Aliste,
Pozuelo de Tábara,
San Martín de Castañeda,
Ferreras de Arriba,
Villarino tras la Sierra o
Villanueva del Valrojo. A estas celebraciones de carácter estable hay que añadir otras intermitentes –o incluso, perdidas- como las documentadas de
Abejera,
Sarracín de Aliste,
Lubián,
Pereruela y
Palazuelo de las Cuevas.
Objeto de diversos estudios antropológicos, su origen continúa siendo una incógnita respaldada por diversas teorías. La más extendida es que derivan de ritos iniciáticos que se remontan a la época de los druidas por lo que los jóvenes serían aceptados en la comunidad como adultos.
Julio Caro Baroja en su libro
‘El Carnaval’ realiza un estudio comparativo de las fiestas greco-latinas con manifestaciones actuales en
América,
Europa y norte de
África. Ya los griegos hacían procesiones con hombres ataviados de demonios, cubiertos con pieles de machos cabrios y máscaras, con descripciones que recuerdan a los diablos de
Riofrío y
Ferreras. También existía la costumbre de disfrazarse de ciervos, mulas o vaquillas, lo que remite a otras celebraciones como la de
San Martín de Castañeda, Villanueva del Puente o las ‘
vacas bayonas’ o
‘antruejas’ de varios
pueblos de
Sayago.
Por su parte, la Asociación Etnográfica ‘Bajo Duero’ reseña que durante las ‘kalendae januariae’ romanas existía la costumbre, el primer día de enero, de intercambiarse regalos, así como salir los hombres disfrazados por las calles con atuendos femeninos, siendo uno de los personajes el de hilandera, papel que se repite en Riofrío o en la Filadorra de Ferreras.
Aunque su origen pudiera estar asociado al Carnaval, lo cierto es que la mayoría se celebran hoy entre los días de Navidad y Reyes, como fruto de la adaptación al calendario cristiano de los ritos paganos que por su fuerte respaldo popular no pudieron ser aniquilados.
El denominador común es la confrontación del bien contra el mal, pues en todas ellas aparecen diablos y
demonios de carácter estrambótico que atacan al inocente público.
Como dato también común, al demonio (o zangarrón o tafarrón), que suele estar representado por un quinto, se le prohíbe la entrada en la iglesia.
Para quienes quiera acercarse a las tradiciones de nuestros pueblos, proponemos una ruta que nos acerca a una Zamora mágica de ritos ancestrales.
‘Zangarrón’ de Sanzoles.
La mascarada se inicia en la noche de Navidad, cuando los quintos van a buscar al cura y realizan el ‘Baile del Niño’. El baile se repite durante los tres días que dura la fiesta, si bien el Zangarrón guarda sus cencerros el día 26. Viste el demonio traje, chaqueta y calzón de cuadros marrones cosidos a la cintura, de modo que no se puede desvestir hasta que no acaba la función. Sobre la chaqueta lleva un mandilón de colores vivos y a la espalda luce una ‘baraja’ con tres cencerros. La careta es de cuero negro con nariz roja y cejas blancas, y cubre su cabeza con un penacho de cintas de colores. Castiga a sus víctimas con un palo con tres vejigas, que eran explotadas al final de la fiesta al pie de la iglesia.
Después de correr las calles con sus cencerros y de que los quintos pidan el aguinaldo, tiene lugar la misa a la que el Zangarrón tiene prohibida la asistencia. Destaca la procesión con la imagen de San Esteban Mártir, mientras los quintos abandonan el templo de espaldas, mirando al santo, para realizar el ‘Baile del Niño’ en la plaza.
‘Tafarrón’ de Pozuelo de Tábara.
La fiesta de San Esteban también da pie a la celebración en Pozuelo de Tábara, en el que el Tafarrón encarna la parte más arcaica de la fiesta, mientras que la Madama es un personaje añadido posteriormente por la Iglesia. Viste el Tafarrón traje de centeno, mientras que la Madama lleva una casaca de colores y arrea a los espectadores con dos enormes castañuelas de madera. La función se inicia la noche de Navidad con una procesión, mientras que el día 26 los dos personajes junto a los ‘alcaldes` recorren el pueblo visitando a los vecinos, felicitándoles las fiestas y pidiendo el aguinaldo.
‘La Filandorra’ de Ferreras de Arribas.
Cuatro personajes intervienen en la mascarada, que también se celebra el día 26 de diciembre. Divididos en dos grupos: los guapos (el Galán y la Madama) y los feos (Filandorra y el Diablo); a los segundos corresponde subir a tocar las campanas después de la misa, para recorrer a continuación el pueblo pidiendo el aguinaldo, cada uno a su manera.
Así, la Madama golpea a los dueños de la casa con sus castañuelas; el Galán se quita el sombrero y se lo coloca a los vecinos que le dan el aguinaldo; la Filandorra encisca a los vecinos con corchos quemados y el diablo, que lleva cencerros a la espalda y carocha (o máscara) con dos cuernos, intenta prender a los vecinos con sus largas tenazas. Si la casa que visitan está de luto, los personajes dan el pésame, mientras el diablo tapa sus cencerros en señal de respeto.
‘La Visparra’ de San Martín de Castañeda.
La función comienza el día de Nochebuena, en que los mozos preparan la fiesta, aunque la mascarada propiamente dicha se celebra el día de Navidad. Varios personajes intervienen en esta tradición sanabresa también documentada en localidades vecinas como Vigo o Pedrazales, si bien se ha perdido-, siendo los principales las ‘Talanquieras’, cuyo disfraz consiste en un armazón rematado con cara y cuernos de vaca por un extremo y rabo en el otro. La cabeza de los mozos va cubierta por una máscara (‘calantroña’) y al cuello lucen vistosos collares o rasarios, realizados con castañas, manzanas y nueces. Acompañan a las ‘Talanquieras’ los ‘Visparros’, que llevan cencerros y tenazas similares a las de los Carochos. También intervenían los ‘ciegos’, personajes ya perdidos, que tiznaban a los espectadores, así como el Alcalde y la Madama. En la actualidad la mascarada se reduce prácticamente al enfrentamiento de las Talanqueiras y Visparros con los vecinos, así como a la petición del aguinaldo durante todo el día.
‘Los Carochos’ de Riofrío de Aliste.
El 1 de enero tiene lugar en esta hermosa localidad alistana la mascarada más compleja de cuantas se celebran, en función de los personajes que intervienen. Así, figuran en la representación los Carochos o Diablos (grande y chico, con tenazas y cencerros): los ‘guapos’ como Madama (con el Niño), el Galán, el del Tamboril, el del Cerrón y el del Lino; y los ‘feos’ o ‘gitanos’, que son el Molacillo (o lazarillo, con indumentaria militar), el Ciego (que viste sacos de cáñamo y gafas de corcho y muere en la representación, evocando al año viejo), la Filandorra (que lleva un vistoso traje de tiras de papel) y el Gitano.
Todos ellos salen a la calle después de la misa de Año Nuevo. Tras pedir permiso al alcalde, se dirigen a casa del cura para el ‘bautizo del Niño’, en referencia al año que comienza.
Las peleas entre gitanos y diablos se suceden a lo largo del día y destaca el ‘Baile del Sagrao’, que se efectúa en una pradera anexa a la iglesia.
‘Zangarrón’ de Montamarta.
El día de Año Nuevo y en la festividad de Reyes recorre en solitaria las calles de Montamarta su Zangarrón, ataviado con toallas, colchas y flores de papel y tocado con una máscara negra el primer día del año y una roja el 6 de enero.
Tres cencerros a la espalda y un tridente con el que golpea a los vecinos por la espalda completan su atuendo, cosido íntegramente puntada a puntada, cuya puesta punto requiere unas tres horas. Tras pasar la mañana persiguiendo a los vecinos, durante la misa de las doce se queda solo en el atrio, tapado con una manta, al no poder pisar sagrado. Después de la misa se le permite la entrada en el templo, donde realiza tres genuflexiones y pincha en su tridente dos panes previamente bendecidos, que son después repartidos entre los vecinos. La fiesta se prolonga hasta mediodía.
(COPIA DE LA REVISTA ‘TZ un estilo de vida’, AÑO I, Nº I)
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