Seguimos con las fiestas nocturnas, alternando los cotillones con las funciones de cine y teatro que improvisan, deliciosamente, lindas jóvenes y apuestos muchachos, y también caballeros con damas de edad. A los yanquis gusta mucho organizarlas con los disfraces más vulgares y disparatados, esforzándose en imitar a los negros, embadurnándose caras y manos, vistiendo frac, adornándose con anillos y botonaduras de gruesas piedras; también imitan a las mil maravillas, por el tono y la manera de halar, sea en diálogo o críticas que hacen entre sí, una docena de negros. Por lo visto es sumamente divertido, para los que lo entienden, a juzgar por el éxito y la alegría demostrada por todos, entusiastas admiradores de estas mascaradas.
Eugenia Lefevre y Pedro de la Cerda
('Viaje universal en busca de la verdad', año de 1930, páginas 45/46)
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(*) el Título se lo hemos añadido nosotros