viernes, 19 de enero de 2007

Pilar de Miguel Moreno: Andrés García Cortés, empresario

ANDRES GARCÍA CORTES
EMPRESARIO

ENTREVISTA DE PILAR DE MIGUEL MORENO, PSIQUIATRA

A ANDRES GARCÍA LO DEFINIA EL PUEBLO COMO UN ‘SEÑORITO’. CIERTAMENTE TENÍA UNA VIDA MAS FACIL DE LO QUE ERA PARA LOS NAVEROS. A LO LARGO DE LA ENTREVISTA SE VISLUMBRA EN ÉL UN CIERTO ORGULLO DE PERTENECER A UNA FAMILIA QUE, A TRAVÉS DEL TRABAJO, HA CONTRIBUIDO A PRODUCIR RIQUEZA. FRENTE A LA ‘ELITE’ DE LA CIUDAD DUCAL, AISLADA, PROCLIVE EN TODO CASO AL JUEGO DE LA RECOMENDACIÓN Y EL FAVOR, ANDRÉS GARCÍA SEÑALA LA EXISTENCIA DE UNA BURGUESÍA, LA SUYA, QUE NO PUEDE PERMITIRSE ESE AISLAMIENTO. LA ENTREVISTA DEJA MUCHOS INTERROGANTES. NO ESTARÍA MAL QUE ALGUIEN LOS VOLVIERA PLANTEAR, INCLUSO, DE MANERA POLÉMICA.

PAR EL PUEBLO ERAMOS ‘LOS SEÑORITOS’. LOS CHAVALES NOS TENÍAN UNA MANÍA TERRIBLE.

Pilar de Miguel: ¿Cuándo y por qué viniste a Las Navas y a la Estación?
Andrés García: Yo nací en el 15. Cuando vine a Las Navas tenía 5 años a raíz de tener una tos ferina muy fuerte. Mi padre pensó que viniendo a un sitio alto, con ganado, se me iba a quitar.
P. de M.: Por el cambio de clima.
A. G.: Así que vivíamos entonces en la huerta del tío Jilguero, que estaba donde vive Boni, en el fondo de la vaguada donde pasa un arroyuelo.
Sólo había aquí 3 hoteles: 2 de la Infanta Eulalia, otro de uno de Madrid más el Hotel Iris. Aquí no había nada: huertas de gente del pueblo. Los 2 hoteles de la Infanta estaban en venta por lo que mi padre fue a Palacio y compró los 2 por 50.000 pesetas. Todos decían que era una locura: eran los ahorros que tenía. Había venido a Madrid con los pantalones rotos y con mucho trabajo y sacrificio se había hecho comerciante
.
P. de M.: Me estás hablando de los años 20.
A. G.: Si, del 23 al 27, más o menos… Como te decía así empezó la Colonia García. El primero que vino a veranear fue el torero Vicente Pontos. Cobraba mi padre 1.600 pts. De renta. Con lo que sacaba iba construyendo otras casas.
P. de M.: Las casas las construía gente de Las Navas…
A. G.: Sí, un señor del pueblo, el señor Gumersindo hacía de maestro de obras.
Mi padre se enteró que aquí en la resinera daban baños de aguarrás para la gente que tenía reuma. Construyó entonces unos pabellones: unos con habitaciones y otro con cocina y comedores. Pero aquello fracasó porque era gente de pocos medios económicos, en fin, fue un desastre. Así que mi padre convirtió los pabellones en casitas.
P. de M.: ¿Para los veraneantes?
A. G.: Sí, el verano era entonces de 3 meses. Toda gente de dinero: burguesía alta. En lo que ahora es el Carmen se hospedaba el dueño de una tienda de Madrid., ‘El millón de corbatas’, en el piso de abajo vivía Ramos Carrión, autor de un libreto de zarzuela.
Llegaron a juntarse 20 ó 30 familias. Aquí no había de nada, ni luz eléctrica, y lo traían todo del pueblo, en una caballería. Mi padre puso una tienda y se la alquiló a un señor del pueblo para que le gente estuviera abastecida.
Nosotros éramos ‘los señoritos’ para la gente del pueblo. Los chavales nos tenían una manía terrible: ‘ya están los señoritos a quitarnos el aire’ y más de una vez te llevabas una pedrada. También estaba el miedo a los enfermos del pecho…
P. de M.: Los tuberculosos. En el Dominguillo, ¿llegó a haber un hospital?
A. G.: Había un político, Martínez Anido, que fue Ministro de la Gobernación durante la dictadura de Primo de Rivera, que quiso poner un hospital allí para niños. Pero se opuso el pueblo. La tuberculosis era una enfermedad terrible.
P. de M.: Y la Resinera, ¿qué recuerdas de la Unión Resinera?
A. G.: Se sacaba la resina con un recle, una especie de palo acabado en forma de guadaña que abría una brecha en el pino, sacando un trozo, al viruta. Así el pino iba poco a poco sangrando recogiéndose en tiestos la resina. Había mucha miseria. Los obreros en verano vivían en chozas y se alimentaban con pan y tocino. Rara vez se mataba una oveja
.
P. de M.: ¿Eran todos naveros. Y trabajaban de todas la edades. Desde niños?
A. G.: Todos naveros. Metían las resinas en latas y las llevaban a unas barricas. Era un trabajo tremendo. Siempre manchados de negro por la resina. Venían carretas de bueyes y recogían al resina para llevarla a la Resinera. De allí se sacaba la colofonia que se exportaba a Francia y con ella se hacían cosméticos y productos industriales, entre ellos el aguarrás. También había industria de la madera, pero con los árboles que iban quedando viejos.
P. de M.: ¿Era muy distinta la vegetación de lo que es ahora? ¿Había pinos?
A.G.: Muchísimos más. A veces tenías que abrirte camino con las manos de espeso que era el bosque.
Además de pinos había muchos helechos, que se empleaban para guardar quesos y mantequilla. Había cantidad de flores silvestres. Imagina, junto con la jara, qué olor maravilloso. Lagartos, lagartijas, muchos conejos y ardillas. Se ponía una hilera de hombres con conejos en la estación para vendérselos a los viajeros.
P. de M.: ¿Y la ganadería?
A. G.: Aparte de las vacas, con lo que empieza Las Navas es con cabras. Pero al hacer la Resinera repoblaciones forestales va desapareciendo el ganado caprino, bueno no del todo, quedan algunos núcleos. La cabra destrozaba el pinar y se comía la retama por lo que se transforma en una ganadería de ovejas.
P. de M.: ¿Cómo era el pueblo antes de la guerra del 36-39?
A. G.: Mucha relación no teníamos. Subíamos algún día a la fiesta del Cristo. Había bastante miseria
.
P. de M.: ¿Había cine en Las Navas?
A. G.: Había cine mudo. Yo iba más al baile. Estaba penadísimo por la Santa Madre Iglesia y cuando ibas tenías que confesarte. El pueblo era como todos muy retrógrado
desde el punto de vista religioso y el cura insistía en que el baile era malo, aunque la gente no le hacía mucho caso.
P. de M.: Los señoritos también contribuían a dar vida al pueblo, ¿no?
A. G.: Recuerdo a un señor que se llamaba Paco Segovia, que tenía negocios en Madrid. Aquí hizo algunas mejoras: hizo una casa que llamaban la casa de los pobres APRA que tuvieran los ancianos un asilo, pero no se llegó a utilizar, la gente aquí no quería el plan de meterse en un asilo.
P. de M.: ¿La gente del pueblo participaba en vuestras fiestas?
A. G.: No mucho. Había clases sociales. Las criadas a un lado, los señoritos a otro. Primo de Rivera, José Antonio o un hermano, que acampaban en el Valladar se acercaban alguna vez por aquí.
P. de M.: ¿Y la Ciudad Ducal?, ¿qué me cuentas de ella?
A. G.: La Ciudad ducal nace en la inmediata posguerra con señores de determinada posición política que viene a construirse aquí su hotel. Gente como D. Pedro González Bueno
P. de M.: Ministro de la Gobernación con Franco.
A. G.: estábamos un poco desligados de la Ciudad Ducal porque era una élite; eso sí que era una élite
.
P. de M.: Eran más élite que vosotros…
A. G.: ¡Uy, muchísimo más! Eran un mundo aparte. No querían saber nada. Alguna vez una recomendación. Cuando el Caudillo viene aquí a inaugurar el Castillo de Magalia para el Servicio Social va a tomar té a casa de González Bueno.
P. de M.: ¿Y qué pasó en Las Navas en la Guerra Civil?
A. G.: Mi padre construye el Hotel del Carmen. ¡Y lo inaugura el 18 de julio de 1936! Te puedes imaginar que inauguración fue aquella. Se llenó de milicianos. Había un señor, Ibáñez Serrador, un poco sospechoso, que venía de Valladolid a dejar la familia aquí. Se declara el Movimiento y nos dice quién era: un capitán general de Canarias que necesitaba una documentación falsa para irse y hacerse cargo de las Fuerzas de Avila. Se fue y al volver para acá se encuentra con la columna del General Mangada, que iba a Navalperal.
P. de M.: Mangada, ¿era republicano?
A. G.: Sí, y ya no entra. Aquí nos quedamos aislados.
P. de M.: Políticamente, ¿cómo eran Las Navas?
A. G.: Estaban divididos en dos bandos. Por un lado, los socialistas. Largo Caballero etnía mucha gente en Navalperal.
Y luego, los caciques del pueblo, que eran la derecha. Las represalias aquí vinieron por la gente de fuera, no de los del pueblo, para no involucrarse. En el frontispicio de la iglesia están todavía sus nombres: caídos por Dios y por España.
Los empleados de casa (teníamos ya el matadero) cogieron enseguida el fusil y se pusieron a las órdenes de las milicias socialistas.
Nos pudieron pegar dos tiros pero no lo hicieron. Teníamos mucha relación con ellos: jugábamos e íbamos juntos a cazar conejos.

Texto: Pilar de Miguel Moreno


(Entrevista aparecida en la revista ‘Caminar conociendo’ en las páginas 23, 24 y 25 del nº 2 de julio de 1993)

No hay comentarios: