Una nube de leche
Por Miguel Quirós Manjón (*)
Dicen que los primeros pobladores de la tierra se alimentaban a base de carne y de leche; y que, debido a lo perecedero que eran esos alimentos, se alteraban con bastante facilidad. La necesidad de asegurar su conservación por el mayor tiempo posible, constituía una auténtica pesadilla para aquellas gentes, que se trasmitiría de generación en generación.
Cuentan las leyendas que le primera transformación que se conoce se inició allende los tiempos antiguos, posiblemente en tierras asiáticas, cuando un mercader árabe durante un viaje pro el desierto llevaba leche en un estómago de cordero y cuajó, se puede afirmar que esto surgió como una obra más de la naturaleza, una maravilla ante la que hay que descubrirse y sobre la que el arte, el ingenio e intereses del hombre han influido para perfeccionarla.
De todo este hecho tan sencillo surgiría con el paso del tiempo tal perfeccionamiento que se llegaría a crear una industria de transformación compleja y del alimento perecedero que teníamos al principio una gama de derivados de larga duración (yogur, queso, mantequilla, nata, leche pasteurizada, leche VHT, leche concentrada, etc.)
Debido al sistema económico por el que se mueve nuestra sociedad hoy en día, este tipo de industria ah de ser rentable en su funcionamiento por lo que su implantación se hace en lugares donde abunde la materia prima (leche) y cerca de grandes centros consumidores (poblaciones con gran capacidad de demanda)
No haría falta mirar muy lejos de nosotros para darnos cuenta que estas circunstancias las cumple (hoy día menos) Las Navas, donde hasta no hace mucho tiempo se producía cerca de 75.000 l. de leche de vaca, 4.000 l. de leche de cabra diarios en la época intermedia entre invierno-primavera, subiendo hasta cerca de 100.000 l. de vaca y 6.000 l. de cabra en primavera (época de máxima producción), así de esta manera nuestro pueblo se colocaba en el segundo puesto como productor de leche del país. Con esta enorme producción a la puerta de casa (sin gastar ni una sola peseta en transporte) sólo faltaba un poco de raciocinio, asociación, entendimiento y buena voluntad entre todos los principales interesados.
Ganaderos, porque cerca de 200 familias del pueblo vivían de este producto y siempre será más interesante sacarle el mayor beneficio posible al fruto del trabajo, vendiéndolo como producto elaborado que como materia prima.
Ayuntamiento, siempre sería importante para el municipio la instalación que con ese volumen de transformación hubiese crecido 50 puestos de trabajo directos y otros 60-70 puestos indirectos, además hay que tener en cuenta que en nuestro pueblo las fábricas son un bien escaso.
Gobierno Autónomo, que un poquito de información y apoyo económico (aprovechando el dinero cedido por la CEE para poner a punto este sector y poder competir con el resto de Europa una vez establecido el Mercado Único que entra en vigor en 1993.
Del esfuerzo de todos juntos podría haberse creado una instalación que no solo hubiera servido para apuntalar a nuestro sector ganadero (hoy sumido en una profunda e irreversible crisis) sino para evolucionarle y mejorarle. En cuando a la segunda condición, para obtener la rentabilidad de la instalación, no haría falta recorrer más de 1.000 kms. A la redonda desde nuestro pueblo, para encontrarnos con un mercado de más de 6.000.000 de personas.
En fin, no deja de ser un sueño que se podría cumplir, si las intenciones fueran buenas. Bastaría, actualmente, comenzar creando una cooperativa de leche, para vender la materia prima todos juntos al mejor comprador, dejando, del beneficio obtenido, un fondo común para crear futuras infraestructuras que sirvieran para acometer proyectos más ambiciosos. Esta cooperativa existe pero ha de acelerar sus acciones.
Si no queremos que aquel eslogan que hizo famoso a nuestro pueblo “¡Qué leche!... Yo de Las Navas”, se transforme en “¡Qué leche!... la que nos dieron los ganaderos”, debemos movernos con rapidez (el tiempo apremia) aún se puede salvar lo que queda del sector. Ahora bien, hay que asociarse y dejar de lado obcecaciones mentales que siempre nos caracterizaron, por eso nos ha pasado lo que nos ha pasado.
(*) Miguel Quirós Manjón es biólogo
P.D: Un saludo especial a la gente joven que está luchando por mantener este viejo oficio rompiendo con esquemas caducos.
ARTICULO APARECIDO EN LA PÁGINA 46 DEL Nº 2 DE LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’
Por Miguel Quirós Manjón (*)
Dicen que los primeros pobladores de la tierra se alimentaban a base de carne y de leche; y que, debido a lo perecedero que eran esos alimentos, se alteraban con bastante facilidad. La necesidad de asegurar su conservación por el mayor tiempo posible, constituía una auténtica pesadilla para aquellas gentes, que se trasmitiría de generación en generación.
Cuentan las leyendas que le primera transformación que se conoce se inició allende los tiempos antiguos, posiblemente en tierras asiáticas, cuando un mercader árabe durante un viaje pro el desierto llevaba leche en un estómago de cordero y cuajó, se puede afirmar que esto surgió como una obra más de la naturaleza, una maravilla ante la que hay que descubrirse y sobre la que el arte, el ingenio e intereses del hombre han influido para perfeccionarla.
De todo este hecho tan sencillo surgiría con el paso del tiempo tal perfeccionamiento que se llegaría a crear una industria de transformación compleja y del alimento perecedero que teníamos al principio una gama de derivados de larga duración (yogur, queso, mantequilla, nata, leche pasteurizada, leche VHT, leche concentrada, etc.)
Debido al sistema económico por el que se mueve nuestra sociedad hoy en día, este tipo de industria ah de ser rentable en su funcionamiento por lo que su implantación se hace en lugares donde abunde la materia prima (leche) y cerca de grandes centros consumidores (poblaciones con gran capacidad de demanda)
No haría falta mirar muy lejos de nosotros para darnos cuenta que estas circunstancias las cumple (hoy día menos) Las Navas, donde hasta no hace mucho tiempo se producía cerca de 75.000 l. de leche de vaca, 4.000 l. de leche de cabra diarios en la época intermedia entre invierno-primavera, subiendo hasta cerca de 100.000 l. de vaca y 6.000 l. de cabra en primavera (época de máxima producción), así de esta manera nuestro pueblo se colocaba en el segundo puesto como productor de leche del país. Con esta enorme producción a la puerta de casa (sin gastar ni una sola peseta en transporte) sólo faltaba un poco de raciocinio, asociación, entendimiento y buena voluntad entre todos los principales interesados.
Ganaderos, porque cerca de 200 familias del pueblo vivían de este producto y siempre será más interesante sacarle el mayor beneficio posible al fruto del trabajo, vendiéndolo como producto elaborado que como materia prima.
Ayuntamiento, siempre sería importante para el municipio la instalación que con ese volumen de transformación hubiese crecido 50 puestos de trabajo directos y otros 60-70 puestos indirectos, además hay que tener en cuenta que en nuestro pueblo las fábricas son un bien escaso.
Gobierno Autónomo, que un poquito de información y apoyo económico (aprovechando el dinero cedido por la CEE para poner a punto este sector y poder competir con el resto de Europa una vez establecido el Mercado Único que entra en vigor en 1993.
Del esfuerzo de todos juntos podría haberse creado una instalación que no solo hubiera servido para apuntalar a nuestro sector ganadero (hoy sumido en una profunda e irreversible crisis) sino para evolucionarle y mejorarle. En cuando a la segunda condición, para obtener la rentabilidad de la instalación, no haría falta recorrer más de 1.000 kms. A la redonda desde nuestro pueblo, para encontrarnos con un mercado de más de 6.000.000 de personas.
En fin, no deja de ser un sueño que se podría cumplir, si las intenciones fueran buenas. Bastaría, actualmente, comenzar creando una cooperativa de leche, para vender la materia prima todos juntos al mejor comprador, dejando, del beneficio obtenido, un fondo común para crear futuras infraestructuras que sirvieran para acometer proyectos más ambiciosos. Esta cooperativa existe pero ha de acelerar sus acciones.
Si no queremos que aquel eslogan que hizo famoso a nuestro pueblo “¡Qué leche!... Yo de Las Navas”, se transforme en “¡Qué leche!... la que nos dieron los ganaderos”, debemos movernos con rapidez (el tiempo apremia) aún se puede salvar lo que queda del sector. Ahora bien, hay que asociarse y dejar de lado obcecaciones mentales que siempre nos caracterizaron, por eso nos ha pasado lo que nos ha pasado.
(*) Miguel Quirós Manjón es biólogo
P.D: Un saludo especial a la gente joven que está luchando por mantener este viejo oficio rompiendo con esquemas caducos.
ARTICULO APARECIDO EN LA PÁGINA 46 DEL Nº 2 DE LA REVISTA ‘CAMINAR CONOCIENDO’
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